Estamos ante una de las mayores revoluciones educativas, y existenciales, en la historia de la humanidad: la inteligencia artificial. ¿Es el fin de los profesores? Esperemos que no, si no, ¿en quién va a recaer toda la inquina y la frustración de quienes se quejan de la buena vida, y las eternas vacaciones, de los maestros? Como chivos expiatorios no tenemos precio. Sin embargo, la realidad es que esta es una profesión de románticos, de apasionados, de idealistas, de jardineros de la razón que queremos cambiar el mundo a base de semillas de ideas que germinen y generen pensamientos reverdecidos. Siempre habrá algún que otro funcionario que solo esté ahí por el sueldo y las vacaciones, pero eso es harina de otro costal.
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